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⚠️ El riesgo NO es lo que piensas
Riesgo y volatilidad no son sinónimos. La baja volatilidad no garantiza evitar la pérdida de capital. La diversificación y una perspectiva a largo plazo pueden mitigar el impacto de la volatilidad.
Riesgo y volatilidad no son sinónimos. Riesgo es la probabilidad de sufrir una pérdida permanente. Históricamente, los inversores diversificados han logrado evitar las pérdidas permanentes de capital con facilidad.
Al contrario de lo que afirma la creencia popular, la baja volatilidad no garantiza que se evite la pérdida de capital. Mantener la mayor parte del dinero en instrumentos de baja volatilidad y bajo rendimiento puede ser arriesgado debido a la inflación y la incapacidad de alcanzar los objetivos financieros a largo plazo.
La diversificación y una perspectiva a largo plazo pueden mitigar el impacto de la volatilidad. Recuerda esto la próxima vez que alguien te plantee invertir en alternativas "más conservadoras".
Últimamente, no dejamos de oír hablar del riesgo.
Pero... ¿qué es exactamente el riesgo?
Déjame empezar señalando que, en mi opinión, la definición tradicional de riesgo como volatilidad no es correcta.
La volatilidad describe cuánto oscila el precio de una acción. Punto.
Pongamos un ejemplo: estás organizando unas vacaciones y tratando de decidir cuándo comprar tu billete de avión.
Verás que el precio de los billetes varía día tras día, en ocasiones de forma bastante notoria.
La volatilidad te indica cuánto cambia el precio de esos billetes diariamente.
Pero esta fluctuación no tiene relación alguna con la probabilidad de que ese avión llegue a tiempo a tu destino, que es tu verdadero objetivo a largo plazo.
De forma similar, la variación del precio de una acción a corto plazo no siempre guarda relación con el valor intrínseco de la empresa o con la posibilidad de que esta quiebre.
Entonces, ¿a qué nos referimos con riesgo?
En mi opinión, la única definición real de riesgo es la siguiente:
💡 Riesgo es la probabilidad de experimentar una pérdida permanente.
Si analizamos la historia de la bolsa durante el último siglo, tenemos que admitir que los inversores diversificados han conseguido, históricamente, evitar la pérdida permanente de capital con relativa facilidad.
Desde 1926, el índice S&P 500 (ampliamente utilizado para medir el rendimiento del mercado) ha tenido un rendimiento anual promedio prácticamente constante del 10%.
Sin embargo, el mercado de valores está lleno de inversores que han sufrido pérdidas permanentes de capital. ¿Cómo puede ser?
La razón es que los propios inversores introducen un segundo tipo de riesgo, al que denomino "riesgo del inversor".
El riesgo del inversor es un riesgo que se encuentra en el centro de la mayoría de las historias de terror que oímos a diario sobre gestores de fondos, bancos e incluso amigos.
El riesgo del inversor no tiene nada que ver con la volatilidad.
Los inversores generan el riesgo del inversor al reducir su periodo de tenencia a plazos excesivamente cortos, al concentrar en demasía sus inversiones y al intentar superar al mercado entrando y saliendo en momentos inoportunos.
Me gustaría resaltar un tipo específico de riesgo del inversor o, mejor dicho, un riesgo del no inversor.
A algunos inversores les han enseñado que mantener la mayor parte de su dinero en instrumentos de baja volatilidad y bajo rendimiento, como bonos, depósitos a plazo y cuentas bancarias (o en efectivo bajo el colchón), es la mejor manera de proteger su patrimonio.
Aunque esta estrategia pueda parecer segura y prudente, entraña dos riesgos importantes:
Por un lado, la inflación puede erosionar el poder adquisitivo de esa riqueza a lo largo del tiempo, lo que significa que el valor del dinero en estos instrumentos puede disminuir en términos reales, provocando una pérdida permanente de capital.
Además, los bajos rendimientos ofrecidos pueden no ser suficientes para alcanzar el nivel de rentabilidad necesario para cumplir con los objetivos financieros a largo plazo del inversor.
Por tanto, aunque es conveniente mantener el efectivo necesario para las necesidades a largo y medio plazo, la mayor parte del patrimonio de un inversor debe invertirse en una cartera diversificada de activos de alta calidad, capaces de generar crecimiento e ingresos a largo plazo, sin importar la volatilidad.
Que quede claro, yo no soy inmune a la turbulencia. Siento la volatilidad como el que más. Cuando la bolsa cae un 20%, sigue recorriendo mi cuerpo el mismo escalofrío que el primer día que empecé a invertir.
Pero he llegado a reconocer que la volatilidad es una parte normal del proceso de inversión y que debo aceptarla, no temerla.
La diversificación y una perspectiva a largo plazo, cuando se aplican correctamente, pueden mitigar el impacto de la volatilidad, siempre que limitemos nuestra actividad a la compra de una cartera diversificada de empresas de alta calidad a precios razonables y las mantengamos a largo plazo.
Recuerda esto la próxima vez que escuches a alguien decir que el mercado de valores es demasiado arriesgado y que deberías invertir en alternativas "más conservadoras".
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